Por la ruta de Mario Vargas Llosa en París (1era parte)

martes, 5 de junio de 2012


La ruta que sigue los pasos del novelista no puede tener un mejor inicio: la Île de la Cité; es decir, el mismo punto donde nació París. La isla parece un barco eternamente anclado que se une a la ciudad por varios puentes y, pese a su poca extensión, se encuentran allí muchos lugares históricos de indudable belleza. Uno de ellos es la famosísima Catedral de Notre-Dame desde cuyo atrio empezaremos a caminar. El paseante puede aprovechar en visitar el fantástico templo ya que la entrada es gratuita y puede también hacer malabares para sacarse la foto de rigor: cara sonriente con las torres y el rosetón oeste detrás; eso si la miríada de turistas, que caminan entusiasmados a la sombra de las quimeras, las 28 estatuas que representan a los reyes de Judá y las fascinantes imágenes pétreas que cuelgan en el Pórtico de la Virgen, no se nos ponen delante y nos echan a perder la toma.

Catedral de Notre-Dame. París - Francia.
Catedral de Notre-Dame. París - Francia.
Catedral de Notre-Dame. París - Francia.
Catedral de Notre-Dame. París - Francia.
Catedral de Notre-Dame. París - Francia.
Pues bien, desde el atrio solo hay que cruzar, a través del puente “Au double”, hacia la orilla izquierda del Sena, exactamente al Quai de Montebello, donde empieza oficialmente nuestra ruta ya que allí se encuentran los puestos de los bouquinistes, los libreros del Sena que venden libros de segunda mano a buen precio y originales souvenirs que hacen las delicias de los turistas. Mario les tiene mucho cariño a estos personajes, se los tuvo desde la primera vez que llegó a París tal y como lo cuenta en EL PEZ EN EL AGUA: “otra de las maravillas parisinas fueron para mí los bouquinistes del Sena… donde hice una buena provisión de libros que luego no sabía cómo meter en la maleta.”

Los bouquinistes. Paris - Francia
Los bouquinistes. Paris - Francia
Los bouquinistes. Paris - Francia


Es inevitable no tenerles en buena estima a estos libreros que son como una “especie en extinción” en estos tiempos en que los libros, tal y como lo conocimos por siglos, ya han empezado a dar los primeros pasos para convertirse en una antigualla, en una reliquia. ¿Llegará el momento en que el teniente de un buen libro de papel se convierta en un apestado en este nuevo mundo de tabletas y descargas que se almacenan en el fondo de nuestros ordenadores y que por estar allí quizás nunca leeremos? Ver a los bouquinistes leyendo tan campantes y sosegados, a orillas del Sena, frente a Notre Dame y bajo el tibio sol, ese botín que ofrecían a buen precio, me hacía sentir una insoslayable envidia. ¡Ah!, tanta modernidad apurada y virtual que nos quita el placer del calor humano de la palabra, de la conversación con un librero que nos recomienda un buen texto, algo que una librería on-line no te podrá dar jamás.

Los bouquinistes. Paris - Francia
Los bouquinistes. Paris - Francia
Ya que empecé esta ruta siguiendo los pasos de Vargas Llosa en su amada París me dije que quizás fuera una buena idea coronar la experiencia comprando un libro del mismo Mario a uno de los bouquinistes. Cuando me acerqué a un par de ellos a preguntar si tenían una de las obras de mi paisano me dijeron que se les había acabado; ambos libreros, un hombre y luego una joven mujer, fueron muy amables al atenderme. Continué mirando por encima todo el material dispuesto en los pequeños quioscos hasta que de pronto vi que uno de los bouquinistes se disponía a cerrar el suyo y, sorprendentemente, el último libro que estaba por guardar y que tenía en la mano era uno del mismo Mario:  ¡EL SUEÑO DEL CELTA!. Esto debe ser una señal, pensé. Me acerqué raudo y haciendo un uso descarado de mi descuidado francés aprendido hace mucho tiempo me puse a conversar con Michael, el bouquiniste. Era un hombre encantador, amigable y paciente. Hablamos de Mario de quien él sabía mucho y a quien había visto varias veces en entrevistas en la televisión; “C'est très cultivé”, repetía el librero… o eso es lo que este desorejado escriba creyó oír. Lamentablemente no tenía el “Sueño del celta” en francés, que es el idioma en el que yo quería leerlo para mejorar mi rudimentario conocimiento de la lengua de Rimbaud, pero el libro que me ofrecía era uno en español que se encontraba en extraordinario estado y que tenía una elegante presentación. Lo compré por 6 euros y le pedí a Michael que me lo dedicara y lo hizo con mucho gusto. Qué grata experiencia.

Conversando con Michael el "bouquiniste" a quien le compré EL SUEÑO DEL CELTA. Paris - Francia
Posando con el recién comprando EL SUEÑO DEL CELTA. Paris - Francia
La dedicatoria que Michael, el bouquiniste, me escribió en la primera página de EL SUEÑO DEL CELTA. Paris - Francia
Luego caminamos un poco por la orilla del Sena deteniéndonos de vez en cuando para mirar el paisaje: las macizas torres de la catedral, palacios, cúpulas y mansardas emergiendo entre el dédalo parisino; ventanales, chimeneas y jardines; puentes que cruzaban sobre el oscuro Sena sobre el cual avanzaban despacio largas barcas que dejaban detrás blanquecinas estelas de espuma. Vivía mi propia novela, mi propia idealización del lugar. Estar allí era, como bien lo dice Mario, “una emocionante aventura espiritual y estética, como sepultarse en un gran libro".

Vista de Notre-Dame desde la otra orilla del Sena.. Paris - Francia
Desde este punto caminamos unos cuantos metros por el Quai de Motebello hasta la RUE SAINT JACQUES, otrora vía principal de salida de la París del medioevo. Por allí bajamos hasta tener a nuestra derecha la entrada a la estrecha y excesivamente comercial RUE ST. SEVERIN el cual no pasará desapercibida para el paseante ya que allí se ubica la bellísima iglesia del mismo nombre desde cuyos gabletes nos miran amenazantes sus gárgolas del gótico flamígero.

IGLESIA DE ST. SEVERIN. Paris - Francia. Foto de la página  http://www.touristeye.es/
RUE  ST. SEVERIN. Paris - Francia. Foto de la página  http://www.flickriver.com/

Avanzamos por la St Severin hasta llegar al número 40 donde, puerta con puerta con el Hotel Rim, encontraremos el local en el que se ubicaba la librería “La Joie de Lire” (hoy es una tienda de moda). Vargas Llosa solía ser un asiduo cliente pues allí se vendían libros relacionados con muchos temas sobre América Latina.
Lugar donde se ubicaba la librería “La Joie de Lire”.  Paris - Francia
Para llegar al siguiente punto de esta ruta, el restaurante LA PETITE HOSTELLERIE, es necesario retroceder unos cuantos metros, siempre por la St. Severin, y doblar a la derecha para bajar por la RUE DE LA HARPE por el cual nos abrimos paso a través de toda la marabunta de turistas hasta encontrar, en el número 35, el pequeño "bistrot" que funciona en el mismo sitio desde 1902 y adonde solía venir nuestro novelista a comer “de manera frugal”.

LA PETITE HOSTELLERIE. Paris - Francia
LA PETITE HOSTELLERIE. Paris - Francia
Bajamos toda LA HARPE hasta llegar a la esquina con el bulevar de Saint-Germain donde doblamos a la izquierda para enrumbarnos, una vez más, hacia la rue de Saint Jacques. No debemos olvidar que a estas alturas estamos en el corazón del célebre QUARTIER LATIN o “Barrio Latino”, nombrado así por los primeros estudiantes que hablaban latín y que iban a la cercana universidad de La Sorbona. Caminamos por esta zona tan asociada artistas e intelectuales y que fue el foco de revueltas y rebeliones pero que hoy es un gran escaparate lleno de frivolidades, donde reina el amor por lo chic y el consumismo refinado y donde seguramente ningún bohemio de los años 20 del siglo pasado podría ya darse el lujo de tomarse un café porque se iría al trasto el magro presupuesto de artista. Para ilustrar esto me valgo de lo que cuenta el periodista Gonzalo Ugidos, en el MAGAZINE del diario español El Mundo del 27 de mayo del 2012: en el Café du Dôme de Montparnasse un artista pobre podía permitirse comer una salchicha de Toulouse y un plato de puré por lo que ahora sería un euro; y en La Rotonde (que visitamos cuando seguimos los pasos de Cesar Vallejo en París) se podía tomar un café-crème de 20 céntimos. Cambian los tiempos, suben los precios. 

Bajamos por la Saint Jacques unos pocos metros hasta la esquina con la RUE SOMMENARD por la que nos adentramos para llegar hasta nuestro siguiente punto ubicado en el número 9 de esa calle: el HOTEL WETTER que hoy se denomina “Jardin de Cluny” y pertenece a una cadena hotelera internacional.

Ex - HOTEL WETTER. Paris - Francia
Ex- HOTEL WETTER. Paris - Francia
Fue aquí, en este hotel, donde Mario Vargas Llosa reconoce haber tenido el magma de lo que luego sería su excelente novela LA CIUDAD Y LOS PERROS, el cual ya había comenzado a escribir cuando era un estudiante de postgrado en Madrid. Finalmente la terminaría en 1961 cuando vivía en su departamento de la rue TOURNON, el cual visitaremos más adelante. Aprovecho en decir que se celebra el cincuentenario de este libro por lo que Alfaguarala Real Academia Española (RAE) y la Asociación de Academias de la Lengua Española (ASALE) publicarán una edición conmemorativa de esta novela que ha sido revisada por su autor. No se lo pierdan. 

Son estos los años decisivos en que nuestro escritor forja su destino como el gran narrador en que se convertirá; en el que afianzará una disciplina y compromiso con el acto de escribir que finalmente le llevará a compartir la gloria con esos escritores con los que él siempre se identificó. Según el novelista arequipeño, cuando regresó a París por segunda vez, ahora para residir allí, se hospedó junto a su primera esposa, Julia Urquidi, de nuevo en este hotel. La pareja vivió allí esperando la llegada de una beca (esto me suena familiar… ¿Vallejo?) que al final no llegó. Vargas Llosa les explicó el problema a los esposos Lacroix, entonces a cargo del hotel, quienes entendieron el problema y les dijeron que podía seguir quedándose en el hotel pero que tenían que pasar de la mejor habitación hacia la buhardilla.

Ex - HOTEL WETTER. Paris - Francia
Ex - HOTEL WETTER. Paris - Francia
Cosa curiosa, en EL VIAJE A LA SEMILLA, biografía de Gacía Marquez escrito por Dasso Saldívar, leí que al novelista colombiano le pasó algo similar 5 años antes cuando estaba en París como corresponsal. El diario para el que trabajaba fue cerrado y García Marquez se encontró sin trabajo. El entonces futuro premio Nobel colombiano vivía en el hotel de FLANDRE en la rue CUJAS administrado por, azares del destino, los esposos Lacroix, quienes al escuchar las cuitas del colombiano decidieron enviarlo a vivir a la buhardilla hasta que pudiese pagar. Parece que le vamos a tener que hacer un monumento a esta pareja por haber permitido con su comprensión y apoyo que dos premios Nobel latinoamericanos continuaran con sus trabajos.

Continuará...

Pablo

2 comentarios:

Mario dijo...

Como si fuera casualidad estoy en este momento en la hoteleria en paris viendo tu blog. Es sumamente interesante y sin haberme ido ya estoy planificando cuando volver. Un saludo

Pablo Solórzano dijo...

Muchas gracias, disfruta tu viaje. Saludos

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