Un peruano callejeando en Núremberg

domingo, 12 de abril de 2015

Ya. Me dirás con razón que NÚREMBERG (o Nürnberg) es más que un recorrido en línea recta (casi una calle larga) desde el BAHNHOFSPLATZ hasta las murallas del gran CASTILLO IMPERIAL. Pero también me entenderás que a falta de tiempo y dinero uno tiene que arreglárselas para ver lo que humildemente puede. Además, con solo conocer ese recorrido que ahora mismo detallaré uno se queda encantado, y es que ¡pedazo de ciudad! Una más que te da la sensación de subirte a la máquina del tiempo (perdonen el tópico, aunque la ciudad está bastante reconstruida por que le dieron duro los aliados) que te lleva hasta esos días en que este lugar fue uno de los centros más importantes del renacimiento transalpino.



mí me sonaba desde que era un adolescente que leía el periódico deportivo con fervor: me enteré que un peruano (Olivares) iba a jugar en el equipo de la ciudad así que me fui al mapamundi a ver dónde quedaba el dicho sitio. Era algo que siempre hacía: veía la tabla de posiciones de las ligas europeas y me iba al mapamundi a saber la ubicación de tal o cual lugar: puedo decir que muchos de mis conocimientos “geográficos” se los debo al fútbol. Ya estoy viendo el mohín en tu cara, así que para rebajar el escándalo te confieso que no sólo leía entonces “El Bocón”, sino también libros de historia, así que también sabía lo de los juicios a los nazis que se llevaron a cabo en esta ciudad.

Pues bien, salí desde MÚNICH en tren. Compré el BAYERN TICKET que cuesta 23 euros para una persona, si alguien más quiere ir debe añadir 4 euros, y sólo  pueden viajar hasta cinco personas con el mismo ticket. Tomé el tren de las 09 de la mañana porque se demora menos (hace una sola parada), sino hay que ir en el rápido que es muy caro. No hay que olvidar poner los nombres de todas las personas en el ticket y no perderlo porque sube un controlador (que aparentemente no habla más que alemán), además se lo debe utilizar para el regreso. 


Al fin en Núremberg: apenas sales de la estación te encontrarás con la larga KÖNIGSTRASSE que es por donde caminaremos y que tiene la pinta de ser la típica calle alemana de ciudad medieval: ordenadísima, bonita, en la que andan muchas bicicletas y gente que no ríe con efusión. Al fondo de la calle sobresalen las dos torres de la IGLESIA DE SAN LORENZO, pero antes nos distraemos con la MAUTHALLE (antigua aduana) y, detrás de este edificio, una especie de palacete con llamativas cúpulas de bulbo que es la ANTIGUA ARMERÍA







Hasta que los pies nos llevan a la  PLAZA DE SAN LORENZO y allí está la iglesia del mismo nombre con sus dos torres que vistos desde abajo te parecen dos cohetes de Cabo Cañaveral esperando la orden para irse a los cielos. Un joyón. Por fuera toda un laberinto de esculturas que dicen cosas a los que quieren entenderles. Y dentro esculturas, retablos y esos vitrales que dejan pasar una luz sosegada y te hace disfrutar de esa “mística de la luz” que escribía María Bolaños.












Al río PEGNITZ que nos vamos. Y cruzando el puente aparece el HOSPITAL DEL ESPIRITU SANTO, como un edificio que pareciera flotar sobre las aguas, de no ser por esos arcos que tiene en su base.



Se sigue sin desvío alguno hasta la plaza central, lugar donde se colocan los típicos mercadillos navideños y se pueden ver las 40 esculturas  de la doradísima SCHÖNER BRUNNEN (o fuente hermosa). No sé si tocarlo trae suerte pero yo vi a un grupo de turistas (de idioma inentendible) que entre sonrisas ponían las manitos en el enrejado que protege la fuente. 


Pero lo importante en esta plaza es la riqueza gótica de IGLESIA DE NUESTRA SEÑORA: es allí donde los reyes guardaban esos ingentes tesoros que suenan a leyenda, aunque su interior no es tan impresionante como el de las otras iglesias que vi en esta ciudad.



pocos pasos, siempre en camino al Castillo, entramos en el barrio de San Sebaldo y aparece otra gran Iglesia –como si ya no hubiésemos tenido bastante- que se llama justamente como el barrio. Tiene cierto parecido con el de SAN LORENZO por las elevadas torres, y el interior también es muy hermoso.














Tomé BURGSTRASSE y por fin llegamos al sitio que corona toda la andadura y que todos vienen a ver: sobre un rocoso promontorio se ubica el macizo CASTILLO IMPERIAL a cuya sombra se ha ido expandiendo Núremberg. Hay un foso profundo, profundísimo, que protege al lugar. Se puede entrar gratis a toda esa área y al final uno siente que está caminando por un pueblo que se encuentra dentro de otro. Es obvio que por su posición este sitio es el indicado para tener unas vistas increíbles de la ciudad.





Ah, y si sales por un lado del castillo darás con una pequeña pero encantadora placita que se llama TIERGÄRTNERTOR: allí se ven esas casitas en las que se ven los entramados de madera (pan de bois, que dicen los franceses). Están en perfectas condiciones porque felizmente esta parte de la ciudad no fue tan castigada por los bombardeos.  En una esquina hay una casa que tiene una imagen de un San Jorge (tiene que ser él pues pisa a un dragón) y al frente está el sitio donde vivió el genial Alberto Durero.



De regreso en BURGSTRASSE y sin querer me llevé una agradable sorpresa. Encontramos un restaurante peruano… ¡sí, allí en medio de todo ese laberinto medieval! El lugar se llama EL ENCANTO y ese día estaba cerrado. ¡Lástima! Habría sido genial probarse un buen lomo saltado a los pies de un castillo del Medioevo.

No quise desandar el camino que me trajo hasta la zona del castillo por lo que nos fuimos a husmear un poco por el INSEL SCHÜTT, una simpática islita donde hay una especie de centro comercial pequeño con cines. Aprovechamos los baños del lugar… el frío, ya sabes.


Luego volví a la zona de KÖNIGSTRASSE a comer algo y compartí la mesa con una familia alemana. Los niños al oírnos hablar una lengua rara le preguntó al padre que qué idioma hablábamos y él hombre dijo español. Menos mal mis clases de alemán me sirvieron para algo: aproveché la oportunidad para practicar mi poco alemán y hablé con el padre y la madre que resultaron ser simpatiquísimos. Luego en el tren de regreso a Múnich otro hombre mayor al darse cuenta que éramos extranjeros nos habló pero en alemán, así que fue otra oportunidad para hablar un alemán con acento limeño (pobre Goethe, si me hubiera escuchado): en resumen, ¿quién dijo que los alemanes no eran súper amigables?

En el camino de regreso bajé en Regensburg, yo ya lo conocía (he escrito sobre ese sitio, puedes ver aquí) pero me pareció bonito volver a visitar uno de los lugares que más me gusta en Baviera, además por navidad debería estar muy decorado… y lo estaba. Así que se los recomiendo.

    Aquí acabo mis escritos sobre Alemania. Espero que les sirva. A ver sobre qué se me ocurre escribir más adelante. Un abrazo a todos.

Pablo.

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