En Cordoba, corazón de un gran país (2da parte)

martes, 10 de abril de 2012

Esta es la continuación de la entrada anterior sobre mi visita a la ciudad de Córdoba. Espero que les guste y, sobre todo, que les sirva de información por si se animan a ir a esa bellísima ciudad.

Cumpleaños en Córdoba!!

Otro día me encontré con el chino Walter, un amigo de la secundaria que se había ido a vivir a Córdoba con la familia. En su casa la pasamos muy bien con sus hermanos y con su padre que me hizo escuchar su buena colección de tangos. Fui muy feliz en esa casa también. Una tarde nos fuimos a tomar unas cervezas a su bar favorito en la peatonal Rivera Indarte, era un lugar muy peculiar: podías dejar unos escritos en la pared como recuerdo. Las peatonales de la ciudad son muy hermosas y llenas de árboles y también de shoppings, obviamente. Parece que se ha planificado CORDOBA en función a la gente porque los espacios para caminar son muchos, algo que era totalmente nuevo para mí. Los fines de semanas es imposible encontrar alguna tienda abierta en el centro, se cierra todo y el sitio parece un pueblo fantasma, algo también imposible de creer en Lima donde los fines de semana encuentras todos los comercios abiertos.

En la peatonal Riviera Indarte. Córdoba - Argentina.
Centro de Córdoba. Argentina
El 17 de agosto fue mi cumpleaños y la familia de ROMINA me lo celebró como si yo fuera uno de ellos. Don Ricardo y EL CHINO hicieron unas empanadas en la parrilla del patio de la casa y me regalaron una tarta; vinieron Romi, su madre Mary, su hermana Laura con su nena e invitamos a mi amigo Walter que trajo a su hermano César y a su amigo Lucas. La velada fue perfecta; nos reímos mucho y hablamos toda la noche. Me parece que aquella noche sentí la cima de la felicidad; estar tan lejos de casa y que esta gente que apenas te ha conocido celebre contigo y se preocupe por hacerte sentir bien… Córdoba, Córdoba…


Celebrando mi cumpleaños en Córdoba. Argentina.
Celebrando mi cumpleaños en Córdoba. Argentina.

Celebrando mi cumpleaños en Córdoba. Argentina
Celebrando mi cumpleaños en Córdoba. Argentina
Colonia Caroya: la ciudad de los sentidos

Nos fuimos con Walter y su novia Angélica a COLONIA CAROYA, al norte de Córdoba, a visitar a unos parientes argentinos a quien sigo considerando mis tíos:  Diola y Oswaldo. Pueblo de excelentes vinos y rica gastronomía. Fue construida por inmigrantes italianos. Lo que me impresionaba de Colonia era que todo el mundo dejaba las bicicletas en la calle o las puertas abiertas. Recuerdo que las veces que veníamos la pasábamos muy bien con los chicos aunque el calor fuera espantoso. Felizmente, la avenida principal del pueblo está cubierta de árboles, a modo de un puente, y eso permite sentir mucho aire fresco.



Calle San Martín en Colonia Caroya. Córdoba - Argentina. foto de la página www.verfotosde.org
Estancia jesuítica de Colonia Caroya. Córdoba - Argentina. Foto de la página www.visitargentina.info
Visitamos también algunas bodegas, entre ellas LA CAROYENSE, y de tanto catar salimos muy animados. El tío OSWALDO nos llevó a LA CASONA de Norma Lóndero (Don Bosco 3657 – Colonia Caroya, LUN-DOM de 8 a 21 hrs), es un lugar donde se puede degustar y comprar chacinados, dulces y encurtidos hechos al estilo friulano (los italianos que fundaron Colonia vinieron de la región del Friuli). Aquí se explica el proceso artesanal de producción. Recorrimos sus instalaciones y visitamos el sótano familiar en cuyo techo colgaban algunos salamis. Luego vimos las antiguas herramientas usadas por los colonos. Tuve la suerte de conocer a doña Norma, una linda y amable mujer. Nos despedimos, no sin pena. Oswaldo y su familia siempre fueron tan amables y buenos conmigo. Sus bromas y sus acentos tan cordobeses siempre me parecieron encantadores. Recordamos mucho el tiempo pasado y los grandes momentos juntos.

Bodega LA CAROYENSE. Colonia Caroya - Argentina. Foto de la página http://www.liveargentina.com
Colonia Caroya. Córdoba - Argentina.
Colonia Caroya. Córdoba - Argentina.
Colonia Caroya. Córdoba - Argentina. Foto de la página http://www.skyscrapercity.com
Colonia Caroya. Córdoba - Argentina.
Me di el gusto de departir con ellos todo un día y sacarme el clavo de no haberlos podido ni siquiera ver porque cuando me fui de Argentina todo fue tan súbito que no tuve tiempo ni de ir a despedirme. Los saqueos habían empezado, los robos eran cosa común y no había garantías. Una pesadilla con forma a corralito había puesto a un gran país en un camino de sombras entre el bullicio de las cacerolas y el caos político; cayó Argentina y con ella se vinieron abajo mis sueños. Y entonces vi que este país que parecía otro mundo al final sufría los mismos dramas y tragedias que cualquier rincón de América, eso fue revelador. La respuesta no se hizo esperar y la solidaridad tampoco; era conmovedor ver cómo la gente se ayudaba unos a otros en el barrio; los amigos pasaban a ver cómo estábamos. Eso es algo que siempre admiré de los argentinos, todo el mundo tiene de ellos una idea de prepotencia, de exceso de verborrea, de que se dan ínfulas de dueños del mundo pero deben haber pocas sociedades como la argentina en donde la amistad se venera como algo sagrado, las ganas de ayudar siempre están y el tiempo que se pasa con los que se quiere tomando el mate se aprovecha al máximo; cuando uno visita una casa es muy bien recibido y en su mayoría los argentinos tienen un nivel cultural envidiable, casi siempre tienen una bien fundamenta opinión sobre muchas cosas. Todo esto no lo he visto en muchos de los lugares por donde he andado. Igual allí todo se hizo insostenible para mí y tuve que volverme a Perú y empezar una nueva vida.

Foto de la página http://storify.com/
Foto de la página http://blog.ediliciasuez.com.ar/
Foto de la página http://www.taringa.net/
Después de casi una semana de recorrer muchos lugares y descender en mí mismo; exorcizando fantasmas, reconociendo errores y culpas y avivando fuegos más puros, llegó la hora de volver. La vida pega duro, nos hace trizas, ya lo sabemos; y ante eso no queda sino aprovechar sin cansancio la tregua que a veces la guerra diaria del vivir nos da en esos pequeños momentos de felicidad. Y yo había sido muy feliz en este regreso aunque haya caminado entre las ruinas de viejos esplendores. Nada de lo triste será suficiente para sacarme de encima el tesoro que significa las sonrisas y atenciones que Romina y su gente me dieron ni el amor renovado por una ciudad donde fui feliz. Me iba hacia el norte argentino acariciando la textura delicada que tiene un sueño hecho realidad: el hecho de haber pisado Córdoba una vez más. Algo había cambiado, sí; hubiera sido tonto viajar y volver siendo el mismo. Precisamente para eso se viaja, para renovarse, para alterar esencias o para encontrar revelaciones. De otro modo, sería más cómodo no tomar riesgos y quedarse en casa… llorando los mismos, atávicos fantasmas.

Pablo

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