Suite Ayacuchana 3: Desaparecer - "Museo de la Memoria"

sábado, 30 de abril de 2011

Rumitachiqtarimuspam, (abriendo las piedras) Chinkaptikimaskamuyki, (cuando desapareciste, te busqué) Allpamamanchikwaqaptin (cuando la madre tierra lloraba) Parañasmayuntinqamun (la lluvia vino con el río).  Maíz – Carlos Huamán

Entre los años 1980 al 2000 el Perú fue azotado por un conflicto armado de dimensiones descomunales el cual fue iniciado por el Partido Comunista del Perú – Sendero Luminoso (SL). Haciendo una fusión de las ideas de los líderes del marxismo internacional, crearon una ideología que trataron imponer  a la realidad peruana a través de la fuerza y el terror.

En un primer momento los “senderistas” querían actuar como un guerrilla rural en Ayacucho y provocar la respuesta de las Fuerzas Armadas Peruanas (FFAA), cosa que lograron con creces. Para enfrentar a los sediciosos las FFAA aplicaron el método francés de la contra-insurgencia que tantos resultados le dio a Francia en Argelia. Esta doctrina, que tuvo como principal teórico al coronel Trinquier, aquel que solía decir que “no hay errores más peligrosos que aquellos inspirados en la benevolencia”, sostenía que frente a la subversión que utilizaba métodos terroristas había que responder con el “contra-terror” vía escuadrones de la muerte paramilitares; represiones masivas e indiscriminadas a una población civil que tolera pasivamente a los subversivos; el empleo masivo de la tortura; etc. Para continuar con este círculo vicioso SL también cometió innumerables masacres esperando más y más respuestas. 


Muchas familias, sobre todo las más pobres de las regiones más remotas del Perú, fueron el punto intermedio entre este intercambio de salvajismo y barbarie cometida por parte de ambos bandos. Varios pueblos fueron masacrados, miles de mujeres fueron violadas y sus maridos e hijos desaparecidos, sometidos a torturas o encarcelados sin prueba alguna y enjuiciados, sin derecho a defensa. La impunidad, el abuso y la insania fueron moneda corriente en esos años y el resultado fue una increíble cantidad de muertos y desaparecidos y una sociedad más fragmentada que nunca en su historia.

ANGELICA MENDOZA
Entraron a su casa y se llevaron a su hijo Arquímedes, quien soñaba con ser policía. Ella fue golpeada por tratar de defenderlo. A los pocos el chico envió  a su madre un mensaje escrito clamando ayuda, pero las Fuerzas Armadas negaron su detención. Después de dejar de recibir noticias de su hijo decidió buscar su cuerpo entre los barrancos y cuevas hasta que en uno de ellos encontró cadáveres amontonados y decapitados, algunos devorados por los perros y cerdos. Fue avisar a otras madres que buscaban también a sus parientes pero al llegar habían removido los restos, alguien había tratado de ocultar una verdad incómoda. No hay ningún culpable encarcelado por este caso.

ELOGIO DE LA MUJER BRAVA

ANFASEP (Asociación Nacional de Familiares de Secuestrados, Detenidos y Desaparecidos del Perú) es una institución muy bien organizada y llena de vitalidad. Quien visita sus instalaciones y ve todo lo que han logrado no pensaría que en sus inicios solo fue un grupo de seres desesperados andando como espectros por la plaza de Ayacucho. La mayoría eran mujeres, analfabetas y quechuahablantes que iban llorando en las puertas de los juzgados, de los cuarteles e iglesias; rogando por alguna noticia de sus parientes detenidos; juntas en un trueque de tristes noticias y con la magra esperanza de encontrar en una de las esquinas o bajo algún puente el cuerpo del padre, esposo o hijo raptado. No había modos de reclamar, nadie les prestaba atención, la justicia no existía para ellas. 

Foto http://historiaperuana.blogspot.com/
Hasta que decidieron unirse. Así, el 2 de setiembre de 1983 realizan una primera reunión secreta. Poco a poco más y más madres de desaparecidos se unieron al grupo. Al principio usaron las instalaciones del Municipio de Ayacucho que les fueron brindados por la alcaldesa Leonor Zamora (1983 - 1986), quien se solidarizó con el grupo, acto que le costó la vida. Murió asesinada el 21 de diciembre de 1991. Luego se les prestó un local techado a medias, cercado con tablas y con una pared a medio terminar. La Iglesia Católica, por su parte, no quiso prestar ayuda alguna y tampoco les dejaron realizar una misa por sus parientes. 







LORENZA QUISPE
Campesina. 17 militares sacaron a su esposo de su casa de la comunidad de Tinkuy y lo torturaron y luego se lo llevaron. Ella pasó 3 días en la puerta del puesto policial de Tambo pero nunca se le dio información alguna. Luego de andar por muchos pueblos buscando a su esposo regresó a Tinkuy a cuidar de sus hijos. De noche dormía con su familia en los cerros por miedo a que los militares o los terroristas llegasen al pueblo.  Hasta  que un día llegaron los “senderistas” y no tuvo oportunidad de escapar: mataron a 14 comuneros partiéndoles las cabezas a hachazos, luego les robaron todo y quemaron las casas. Dos años después llegaron los militares, fue violada y quedó embarazada; el niño (que debido a un accidente perdió un ojo) recibió el apellido de su esposo desaparecido. Se fue a vivir hacia Ayacucho a trabajar en lo que sea. No hay ningún culpable encarcelado por este caso.

Hasta que animadas por la presencia en Ayacucho del Premio Nobel de la Paz de 1980, el argentino Adolfo Pérez Esquivel, organizaron la primera marcha pública en la plaza mayor de Ayacucho premunidas de una banderola hecha con retazos de costales viejos y de una cruz de madera. Luego fundaron un comedor infantil para sus huérfanos y más tarde adquirieron un local propio donde fundaron tallares de música y artesanía para los niños.

EL MUSEO DE LA MEMORIA "PARA QUE NO SE REPITA"

El Museo de la Memoria de Ayacucho es el primero en su género en el Perú y encaja en lo que se conoce como “Museo Comprometido”, es decir, un espacio que muestra la verdad histórica (en este caso una “verdad” desde el punto de vista de las victimas) por dolorosa que la misma sea. Fue una iniciativa propia de las madres de ANFASEP quienes solo querían conservar algunas de las cosas que recordase su lucha pero que poco a poco fue tomando cuerpo hasta que el Servicio Alemán de Cooperación Social-Técnica (DED) propuso crear un amplio “lugar de la memoria”. El museo se abrió en las instalaciones de la organización y es ahora un referente en cuanto a memoriales se refiere. Está dividido en 4 espacios: el Parque de la Memoria, los Murales, el Santuario de la Memoria y el propio Museo.

El Parque de la Memoria: aquí se puede encontrar el "Tótem de la Memoria", una estatua de metal que representa 3 escenarios. EL PASADO, donde se representan a los actores del conflicto con sus instrumentos: dinamita, cuchillos (Sendero Luminoso), metralletas (Fuerzas Armadas) rodeando a una víctima que grita con los ojos vendados. EL PRESENTE, representado por un cráneo y huesos que aluden a las exhumaciones  y EL FUTURO, con un fusil quebrado del cual nace una planta que representa el renacer y al final dos manos entrelazadas que indican la paz y la reconciliación.






LIDIA FLORES
En un paseo a la casa de su madre fue detenido su esposo y desde entonces no se sabe nada de él. A Lidia se le negó cualquier información. En esa época empezaron a aparecer cadáveres en los barrancos y allí fue siguiendo el rastro de los perros que iban a comer la carne de los cuerpos putrefactos. Un día mientras buscaba algún vestigio sintió un silbido que ella encontró similar al que hacía su marido. Volvió sobre sus pasos y llegó a un sitio en donde encontró los huesos del desaparecido, los que reconoció gracias a sus prendas de vestir. Fue a pedir al fiscal a que viniera a oficializar el levantamiento de cadáver pero se negó recomendado que tire al río los restos. Ella volvió al lugar, recogió el cráneo y los demás huesos y los llevó en una bolsa y los puso en la mesa del fiscal quien no quiso saber nada del asunto.  Volvió a casa, veló las ropas y los huesos y los llevó al cementerio. No hay ningún culpable encarcelado por este caso.

Los Murales: Adornan el frontis del local de la asociación, sobre ellas están graficadas terribles escenas de violencia y terror hechas a partir de los testimonios de las socias y socios del ANFASEP.




El Santuario de la Memoria: Ubicada en el patio del local. Allí se ve una cruz que tiene escrita la frase que se hizo un grito de lucha para estas mujeres: NO MATAR y que está rodeada de veleros en donde los familiares pueden encender pequeños candiles que ayuden a recordar a los desaparecidos.



El Museo: A su vez cuenta con 3 sectores. "La zona de la violencia o el caos", la "Zona del recuerdo o nostalgia" y el "Camino recorrido por ANFASEP". Aquí los que hacen de guías son los hijos de muchos de los desaparecidos y víctimas.

Entre las muchas cosas que podemos ver aquí resaltan la representación de la "Sala de Tortura" hecha de acuerdo a los recuerdos de los sobrevivientes que fueron "interrogados" en dichos lugares: al encender la luz se puede ver a un hombre que levanta el brazo y con el puño se presta a golpear a otro que está sentado y sangrando. También una maqueta en la que se ven los huesos de un ser humano que emergen de la tierra y que aluden a las exhumaciones que se han empezado a realizar en los cuarteles del ejército por recomendación de LA COMISION DE LA VERDAD (CVR).



Algunas vitrinas nos muestran las ropas que portaban algunos cadáveres de los familiares de las socias los cuales fueron reconocidos sólo por estas prendas pues poco ya quedaban de sus cuerpos y en el retablo "Encuentro de Conciencia" están magistralmente representados los "métodos" de los que tanto terroristas como militares se valían para atacar a comunidades y pueblos enteros. 






 
LUCIA PARIONA
Su hijo tenía 15 años, estudiaba en el colegio y era artesano. Ocho guardias se lo llevaron. Ella fue al cuartel a pedir explicaciones y como respuesta recibió un culatazo que le hizo sangrar por la nariz. Desde entonces caminó por muchos pueblos tratando de hallar información sobre el desaparecido. Fue a los barrancos donde los militares tiraban los cuerpos de los detenidos y encontró cadáveres quemados, comidos por los perros. Quiso matarse. En Huanta encontró más cuerpos y sufrió un ataque de epilepsia y cayó sobre el botadero de cadáveres. Desde entonces sueña que Gerardo, su hijo, canta y toca la mandolina y le dice siempre “Levántate, vamos”. No hay ningún culpable encarcelado por este caso.

Más allá, en otra vitrina, una ollita cuelga y al lado en una cartulina una confesión: la de Edwin Enver, raptado y encarcelado en 1993 en el cuartel "Los Cabitos" de Ayacucho, donde fue constantemente torturado. Recibió ese recipiente de un soldado que lo utilizaba para dar de comer a su perro. Una inscripción escrita por el mismo dice: "Si esta ollita tuviera vida les diría lo que vio... mucha desesperación, pero sobrevivimos". Y, ya al final, la foto de Angélica Mendoza Ascarza, primera presidenta y alma de ANFASEP, al lado de la de su hijo Arquímedes, y, entre ambas imágenes, el último vestigio que éste dejó en vida: un papel amarillento en donde una letra crispada deja evidencia de la desesperación, clamando ayuda.







La guerra civil (1980 – 2000) ha sido uno de los momentos de la historia  peruana donde se hicieron evidentes algunos de los muchos lastres que como sociedad arrastra ese país: la injusticia, la barbarie, la indiferencia y el racismo. La COMISION DE LA VERDAD Y RECONCILIACION NACIONAL, excelente iniciativa que intentó darle luz a lo sucedido durante los cruentos años del horror, nos dio a conocer algo que ignorábamos o queríamos ignorar: las vidas de casi 70,000 peruanos fueron el costo de aquella época desventurada. La mayoría de ellos campesinos, analfabetos y pobres. Algunos de los sobrevivientes a varias masacres y torturas dieron su versión de lo que sufrieron y las historias superaban el límite de lo soportable.

Aquella “verdad” fue, y es, cuestionada por algunos grupos de poder que apelando al silencio acomodaticio, la desmemoria oportuna y la negación enconada, quisieron desautorizar aquello que no se quiere y no se puede explicar. En medio de todo este panorama de amnesia colectiva y convenida que corroe a la sociedad peruana una institución como el MUSEO DE LA MEMORIA de ANFASEP aparece oportuna para iluminar y mantener vivo el recuerdo de aquello que nunca debió suceder. Y es, además, una muestra de cómo invocando a la creatividad se puede exponer un reclamo o pedir justicia a través de algo tan civilizado y hermoso como es un museo y no apelando a la violencia y el salvajismo, algo por lo demás muy normal en el Perú.

Pablo

Foto CVR
 
DATOS
  • Museo de la Memoria de ANFASEP "Para que no se repita" 
       Prolongación Libertad No 1229
      Telefax: 066 - 317170 Ayacucho - Perú
      Entrada: 02 soles Adultos, 01 sol niños

*Las confesiones y la historia de la ANFASEP ha sido tomada del apasionante libro que la asociación ha publicado: “¿HASTA CUANDO TU SILENCIO? TESTIMONIOS DE DOLOR Y CORAJE”. 15 SOLES.

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