Tupe: ¿Quién dijo que todo está perdido?

martes, 22 de febrero de 2011


Crónica sobre un viaje a Tupe en el año 2007, adonde fui con los muchachos de Regalemos una Sonrisa por la campaña navideña de ése año en que el pueblo fue muy afectado por el terremoto.

Para Carmen Paola, pequeña lucecita que alumbra el mundo.



EL DIA DE LAS SOMBRAS

El 15 de agosto del 2007 la tierra tembló con tal intensidad que el 85 % de casas de Tupe quedaron inhabitables. Al terminar aquel día los tupinos se encontraron con una dura realidad: ahora eran más pobres que antes, que siempre. Los movimientos sísmicos continuaron por una semana más y con ellos vinieron los vientos huracanados que se llevaron las tejas metálicas de las casas.

Al ser un pueblo al que sólo se llega caminando la ayuda que se recibía era escasa. Un niño falleció al caerle encima una pared y al quedar incomunicados no pudieron llevarlo a ningún lugar ni podían traer un cajón. Una mujer fue mal herida y con suerte pudieron llevarla a Lima y allí murió. Desde aquella noche familias enteras tuvieron que pernoctar en la plaza, los niños trataban de dormir en el mismo círculo de cemento donde antes jugaban con el amiguito difunto y cuyo cuerpo reposaba a unos metros más allá, a la espera de un cajón. Convocados por la agrupación REGALEMOS UNA SONRISA, quienes gentilmente me permitieron participar en su octava campaña de navidad, fuimos a Tupe con la intención de arrancar cuantas sonrisas fueran posibles de los rostros de sus niños.

TUPE

Situado en las alturas de la provincia de Yauyos, sierra de Lima, éste es un pueblo peculiar, distinto a los que he visitado. Pero ¿qué lo hace diferente? Para empezar es el último bastión de un idioma milenario: el jaqaru, con una antigüedad aproximada de dos mil años, lo que lo haría más antiguo que el quechua (la lingua franca inca) y el aymara (que se habla en la zona del lago Titicaca). La vestimenta que portan sus mujeres es irrepetible en todo el país y el sentido de comunidad y trabajo en grupo aún sigue rigiendo notoriamente la vida de sus habitantes. Lo que lo iguala a mucho los pueblos situados en la sierra del Perú es la pobreza y el atraso en el que su gente vive desde que tienen memoria.

Llegar a este pueblo es complicado. Hay que salir al sur de Lima y ascender por el valle del río Cañete hasta Catahuasi. Hasta hace poco tiempo la caminata empezaba allí y llevaba entonces 6 horas de caminata en pendiente. Hoy hay un estrecho camino para carros que parece pender de los cerros mientras abajo se abren abismos inacabables. Esta vía sólo nos lleva hasta el poblado de Ayza y sus impresionantes andenes. Desde aquí empieza la caminata por un sendero polvoriento y pedregoso que asciende entre cataratas y acequias hasta Tupe. Se exige algo de esfuerzo durante las 2 horas de caminata, pero la fatiga se lleva bien cuando a nuestros ojos se presenta un paisaje de gran belleza bañado por el oro crepuscular del sol serrano. 








Aquél sábado 8 de diciembre, casi cuatro meses después del terremoto, la energía eléctrica fue repuesta en el pueblo pero el local comunal que se nos dio para organizarnos aún no contaba con luz por lo que encendimos las frontales y las velas y nos pusimos a ordenar los regalos que a lomo de burro trajimos. Los niños se acercaban y nos miraban como a seres imposibles, imitaban nuestros gestos y acentos citadinos. Querían entender el uso de las máquinas, mirarse retratados en esas pantallas digitales, usar las linternas, los celulares. Son personas muy cariñosas, curiosas y nada distantes lo cual fue una sorpresa ya que no están muy acostumbrados a recibir foráneos. Nos ayudaron a limpiar, a remover algunas cosas. Las señoras del pueblo nos prestaron una olla con agua hervida y una tetera con infusión de hierba que nos vino bien para calentar el cuerpo.



DE TRAGEDIAS Y SUEÑOS

Afuera Pedro Valerio, entonces teniente alcalde de Tupe, departía un poco de cañazo con otros vecinos con quienes bajó a Ayza a ayudarnos a traer los regalos El cielo aquí es una exageración luminar, las estrellas se abren más y más como flores de fuego en la oscuridad del universo. Me invitaron a beber y conversamos por un buen rato. Me contaron las costumbres del pueblo, invitándome a venir para la fiesta de la Virgen de la Candelaria. “Las mujeres visten bacán, se ponen una vestimenta bien bonita, flores en la cabeza. Mandamos a traer bandas de Huancayo, de Cañete… la fiesta es a todo dar” me cuenta Wilber Centeno, jovial y de mirada curiosa. Sueña con enviar a su hijo a la ciudad, a la costa, “darle lo mejor, que sea mejor que yo”. En Tupe no hay población juvenil, todos han debido ir a buscar oportunidades  a otros lugares con lo cual la continuidad en sus costumbres y uso de su lengua se ve seriamente amenazada. El rango de edades de los habitantes de este pueblo sólo permite dos extremos: o muy niños y jovencitos o muy adultos y viejos.

Pedro Valerio, ha recorrido muchas partes del Perú. Se ha educado en otras ciudades y ha vuelto con la esperanza de ayudar y de mejorar algunas cosas. Emocionado hasta las lágrimas ensalza las bellezas de su tierra, las oportunidades, lo diferente y único que es. Nos agradece haber llegado hasta aquí y augura que el día siguiente será un gran día y los niños reirán. “Estos niños han quedado traumados, el terremoto los ha marcado. No ríen mucho, no hablan”

A don Beliberto Cuevas se le adivina la mirada empapada de melancolía aunque sus ojos permanezcan ocultos bajo su sombrero. Es el padre de la única criatura que falleció aquel funesto 15 de agosto. “Yo estaba en la puna trabajando y ese día también hubo polvareda allá. Estaba con mi radio y oí que había habido un terremoto y que había un muerto en Tupe. Encargué mis animales y bajé hasta un corral donde habían unos niñitos y ellos me dijeron “El Coqui ha muerto” y yo pensé no, mi hijo, no creo”. Después de caminar mucho tiempo llegó al pueblo justo para la tarde en que enterraban a su pequeño. Había sido aplastado junto a sus animales por una pared. Aparentemente quiso ayudar a sus hermanitos quienes también quedaron sepultados pero fueron rescatados de entre los escombros sin sufrir gran daño. Coqui, no tuvo esa oportunidad. “Mi señora recién ha empezado a hablar, cuatro meses después, cuatro. Es que ella vio todo, ella vio a su hijo tirado entre las piedras”

Seguimos bebiendo. La noche se disolvió en una tristeza espesa. Como deseando olvidar empiezan a hablarme de las fiestas que se celebran, la de San Bartolomé, la de la herranza, de las comilonas, los bailes. “Este pueblo debe divertirse, debe reír” casi vocifera Pedro.

Luego de envuelto los regalos nos fuimos al albergue municipal. Una pequeña casa en cuyos altos hay cuartos divididos con maderos, cada uno con una cama pequeña. Es lo que buenamente nos ofrecieron y allí descansamos. Hay también a las espaldas del pueblo un lugar indicado para acampar si se quiere: la pampa del cristalino río Qucxapaya, rodeado de bosques y con una gran vista hacia el pueblo.



EL DIA DE LAS LUCES

Es 9 de diciembre y nos despiertan unas campanadas. Tenemos mil incertidumbres: ¿seremos capaces de arrancar sonrisas a tantos niños que no han olvidado lo que pasó? ¿Participarán en los juegos? En las alturas el sol empieza a iluminar la cresta del urqu (montaña sagrada) llamado Tupinachaca, impresionante cerro formado de una inmensa piedra en la cual se puede hallar pinturas rupestres. Antes de que empiecen las actividades camino por los rincones de Tupe para darme una idea de todo lo que ha pasado. Sus calles son un caos de rocas desparramadas, algunas casas de adobe y piedra parecen haber sido sacudidas por algo más que un terremoto. En la plaza se han levantado algunas casetas hechas con maderos para reemplazar a la YATX UXA (casa del saber o biblioteca y escuela) que ha sido completamente destruida. Parte de la torre de la antigua iglesia de piedra (elemento importante del patrimonio cultural tupino) se ha venido abajo y por los intersticios del portón lateral de madera se ve un interior donde reinan el desorden, el polvo y la destrucción. El muro testero ha sido gravemente dañado. Algunas casas han quedado sin las fachadas y dentro se ven las trastos como seguro estaban un segundo antes del desastre. Ahora son imágenes congeladas que nos dejan ver la magnitud de la tragedia. Aquí parece haber caído una infinita lluvia de misiles.




Toño nos regala esa sonrisa que nunca le abandona y su buen ánimo. Nada mejor para empezar el día. Ha ido a despertar a sus amigos y a convocarlos a la plaza, nos espera una gran tarea y es bueno saber que ya se cuenta con un gran grupo de aliados para inflar los globos, amarrar las banderolas, limpiar la plaza. A las 8 el sol ya se ubica sobre nuestras cabezas completamente y con él llegan más niños que por timidez no se acercan aunque poco a poco van participando en las dinámicas. En el medio de la plaza sonríen con retraimiento, pudorosos, siguen con algo de vergüenza los juegos que les proponemos. Cuando la guitarra y el cajón peruano empiezan a sonar acompañando a los villancicos los niños se sueltan un poco más y nos acompañan con aplausos y tarareos. Lentamente van llegando más y por fin los tenemos a casi todos. Desde niños de un año hasta adolescentes, cantan, miran ansiosos. El juego de las matamoscas o chapadas los tiene fascinados. Se caen, se levantan, vuelve a caer y sonríen locamente. 

 





María del Pilar es hermosa. Le dicen “China” desde niña. “Es que nació con los ojitos muy cerraditos” y se ha acostumbrado tanto al apodo que cuando le pregunté su verdadero nombre no sabía que responder. “María del Pilar te llamas hijita, así debes decirle a todos, no eres China, no” le dice su madre. La nena mira dulcemente. Lleva un sombrero muy coqueto que cubre sus hermosos cabellitos y sus dientes de conejo sobresalen bajo los labios pequeños. 


Gordon es un líder nato. Nos ayuda a mantener la atención de los niños con su sola presencia. Si él dice algo el resto lo sigue y felizmente siempre hacía lo que nosotros le pedíamos. La pregunta de rigor que hacemos “¿Qué le pedirías al niño Jesús?” nos ofrece respuestas que nos deja enmudecidos, un pequeñito nos dice con una mirada suplicante: “Que no haya más terremoto”. Cuando empezó la hora de pintar las imágenes del nacimiento todos se tiraron al suelo cómodamente. Pedían colores, crayolas, todo lo que se pudiera para pintar sus mundos de esos colores que traduzcan cromáticamente la fantasía. Evelyn, vestida como una damita tupina, parece una copia en pequeño de su madre quien le ayuda a ponerle colores a la cara del niño.





Todo es un universo de risas, de ganas de correr y de vivir. Cuando nos damos cuenta ya los límites de la razón se desvanecieron y el niño oculto en nosotros ha tomado la manija de nuestros sentidos. Reímos, nos tiramos al suelo, cantamos, aplaudimos, pintamos, buscamos respuestas que estén a la altura de esa magia, aprovechamos a más no poder la oportunidad que nos dan estos niños: volver a ser como ellos.



Las chicas representan una escena de un pastorcito y el anuncio de un ángel que los pequeños disfrutan y luego la chocolatada y el panetón llegan para saciar el hambre y la sed producto del esfuerzo de jugar. Hasta que llega el momento esperado: los regalos. Ordenadamente y en fila y se acercan al local comunal a recibir lo que se les ha traído. Las sonrisas estallan y colorean el cielo de esos pequeños rostros.





Las madres de familia también participan y reciben sus regalos. Es alucinante verlas con esas prendas que las ha hecho únicas y famosas: vestidos hechos con tela roja a cuadros, al estilo “escocés” y los pañolones, también rojos, que les envuelve la cabeza. Lamentablemente ya no producen esas telas allí sino que las mandan a comprar a Lima lo que ha hecho que se pierda esa bonita tradición. Lo único que hacen es esa faja en la cintura (WAKA) que tanto hombres como mujeres visten. El calzado es el “sucuy” o “shuki” que lo confeccionan ellas mismas. Las escucho hablar en Jaqaru, de veloz pronunciación, con sonidos más fuertes que el quechua. Esta lengua deriva del PROTO JAQUI la cual también es la raíz del PROTO AYMARA que a su vez se subdividió en KAWKI y AYMARA. El Kawki ya está casi extinguido. Nieves Payano, lingüista tupina indica una singularidad del Jaqaru: “En las lenguas europeas el enfoque es con número y con el yo, con la primera persona actuando sola y en forma autónoma, sin objeto, sin con quien intercambiar. En jaqaru no es así, sea lo que sea tengo que indicar el estatus de la segunda persona – la persona con quien hablo — en relación a lo que pasa.” Por lo que en Jaqaru la primera persona es TU y no YO reflejando a nivel gramatical la reciprocidad y la interacción con el otro, el trabajo en comunidad, la intención de incluir al semejante. Existe un alfabeto Jaqaru (36 consonantes y 3 vocales) que fue creado por un tupino, el doctor Dimas Bautista Iturrizaga, basándose en la ciencia de su esposa la doctora Martha Hardman, lingüista norteamericana. Ese alfabeto se hizo hace ya casi medio siglo y existen muchas publicaciones sobre la misma. Hoy felizmente, han empezado los esfuerzos para capacitar a los docentes en la enseñanza del Jaqaru en las escuelas. Más información aquí aquí.





Los niños empiezan a comparar sus regalos, a jugar entre ellos, algunos no pudieron venir ya que se encontraron en la puna trabajando por lo que junto a la profesora hacemos un recuento y una lista de los regalos que vamos a dejar para los ausentes. La maestra se llama Violeta Martínez, es una joven muy gentil que se fue a estudiar educación en una universidad privada y regresó a su pueblo a enseñar. En ella se re afirma la idea que me ha dado este lugar: su gente no olvida, está siempre dando vueltas por el mundo, aprendiendo, empapándose de cosas para venir a ponerlas al servicio de su pueblo, el sentido de pertenencia de esa gente es algo notable. Violeta lleva dos años trabajando aquí. Me cuenta las vicisitudes de estos pequeños que desde tiernos deben trabajar en el campo y con los animales ayudando a sus padres. Tienen poco tiempo para jugar por eso lo que hoy ha sucedido ha sido un buen pretexto para correr y reír. Ha sido testigo de los sufrimientos y miedos de los pequeños desde el día del terremoto.

ADIOS

Pedro Valerio, Violeta Martínez, su madre, doña Catalina, y otras vecinas del pueblo nos invitan un delicioso desayuno de inmensas papas tupinas, queso frito e infusión, “a nombre del pueblo”. Compartimos la velada en uno de los espacios hechos de madera y que ahora son utilizados como escuela mientras que somos testigos del gran sentido del humor y el encanto de las damas tupinas que han tomado como víctima de sus ocurrencias y bromas a Pedro, eso que me dijeron sobre el matriarcado tupino creo que es cierto.



Ha terminado la faena. La plaza vuelve a estar vacía pero las sonrisas de los niños aún parecen resonar en los rincones del pueblo o quizá resuenan como un eco inacabable en nuestras almas. Es 9 de diciembre del 2007, quizás esta gente no sea menos pobre después de esta oportunidad que nos dieron de estar con ellos pero al menos sus niños olvidaron un poco, volvieron a tener pretextos para reír y de paso nos han hecho felices a nosotros que nos hemos traído desde ese pueblo remoto esperanzas y certezas; certezas como que hay que tener valentía y empezar siempre de nuevo, deshacerse de la mordaza de sombras que no nos deja pronunciar esa palabra que encierra el secreto de  la alegría; certezas como que la vida es terca y no se la va a detener por más que la envuelva esta maraña de sombras en que el mundo a veces parece hundirse.

Pablo

 
DATOS UTILES

Teléfono comunal: 8100317

Atención de 08:30 a.m. a 08:30 p.m. de Lunes a Sábado.
Preguntar por Pedro Valerio Abad, para coordinar el alquilar de acémilas desde Ayza.

El pueblo ya cuenta con energía eléctrica.

En la plaza hay un caño donde se puede obtener agua.

No hay baños públicos, solo silos.

Hay una tienda algo surtida

Publicado en la revista ESTAMPA del diario EXPRESO, el 23 de diciembre del 2007

7 comentarios:

Luis dijo...

Tupe aun recuerdo la primera vez que fui y con amigos de Cenfotur... Pablo cuantas veces hablamos de ir a visitarlo juntos? Me alegra que escribas sobre este pueblo tan espectacular... Yo estoy por visitarlos para la fiesta de la herranza.

Luis Salcedo

Pablo Solórzano dijo...

Le debo a este viaje muchas cosas: una mejora en mi sensibilidad, en la estima por mi país, en "creermela" menos, en saber que hay gente que de verdas sufre y que muchos de mis problemas en verdad no son nada en comparación a lo que esta gent eexcelente tiene que afrontar. Nunca pudimos ir juntos pero al menos fuimos, espero que puedas volver para la fiesta de la herranza, y espero fotos, moriré de la envidia pero qué se le va a hacer, sé que tendrán en ti un buen visitante, alguien que aprecia la cultura de esta gente tupina y que quiere mucho la belleza que allí se guarece, un abrazo luis!

Patty Cisneros dijo...

Pablito espero que aun me recuerdes...fui una de tus compañeras de viaje hacia ese bellisimo lugar y como siempre lo dije...tupe tierra olvidada por el hombre más no por DIOS.Te felicito por la pagina, soy una loca viajera al igual que tu, por cosas del destino, 2007 fue mi ultima navidad en Peru! por 3 largos años, me dedique a viajar por el mundo,hubiese dado todo por tener mas tiempo y conocer realmente y con mas dedicación cada puerto hermoso donde estuve.Trabajé en cruceros...éste año decidí quedarme por estos lares, y seguir en lo mio.,.,Meterle punche a viajar por mi bello PERU! por cosas de la vida, trabajo en hoteleria,nada que ver con mi pasión TURISMO,pero al menos me dará algo de platica para mis futuros viajes...espero contactarme contigo, y ver que sitio me recomiendas para perderme unos dias fuera de la bulla, la carga poco positiva de Lima, y sentirme en paz unos dias!...cuidate saludos! Patty Cisneros

Anónimo dijo...

Si otra vez desean visitar este pueblo, cuenten conmigo por favor; mi nombre es Flor de María y tuve la oportunidad de ir a Tupe antes del terremoto del 2007, pero gustosa iría otra vez.

Pablo Solórzano dijo...

Patty, por dios, no había visto tu mensaje!! qué tonto!! de todos modos no es tarde para responder, mil gracias por tu visita y tus palabras, en verdad fue un verdadero placer, lo digo de corazón, participar contigo en ese grupo maravilloso de locos soñadores. Gracisa por tu visita, espero que ya hayas empezado con tus viajes por nuestro bello Perú!! ya me contarás, mil besos para ti!! Y María, seguro que los muchachos de RUS querrían contar con tu apoyo, te recomiendo que los contactes. Gracias también por tu saludo y visita.

Fernando dijo...

Increíble que exista un pueblo así a una distancia no tan lejana de Lima, ya en el futuro espero poder llegar por allá, por cierto ya existe carretera hasta el caserío de Vichca, por lo que para llegar a Tupe, ahora solo hay que caminar una hora.

Saludos.

Unknown dijo...

Tupé un pueblo que vale la pena ser visitada. Cerca a Lima a solo 3 horas. Aire fresco, vista maravillosa, tranquilidad absoluta Gente linda. Lo máximo

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